Sabemos que los
antiguos egipcios enterraban a sus faraones al interior de enormes pirámides...
Pero: ¿por qué lo hacían? ¿Era la pirámide un mero simbolismo o realmente
existía alguna utilidad en situar la cámara funeraria del faraón al interior de
la misma? Mucho se ha oído hablar del poder de las pirámides, y no son pocos
quienes saben que en el Feng Shui se las emplea para atraer buena energía; sin
embargó, mucho más intrigante y desconcertante es el poder específico que éstas
tienen y, a causa del cual, los egipcios las eligieron como morada de sus
preciadas momias.
Fueron muchas las
teorías que surgieron acerca del misterio de las pirámides de Gizeh. Teorías de
las más variadas procedencias y para todos los gustos, aunque al parecer fueron
dos solamente las que a la ciencia le interesó investigar hace varias décadas
con sorprendentes resultados.
En la primera de estas
teorías se afirma que la Gran Pirámide de Keops no fue una tumba, sino un
templo, donde los candidatos elegidos eran iniciados en ciencias y misterios
secretos.
La segunda de estas
teorías, del norteamericano Edgar Cayee, asegura que en el interior y debajo de
la base de la Gran Pirámide se encuentran bibliotecas secretas, donde se
conserva el patrimonio de la Atlántida, el continente perdido.
Como era de esperarse,
estas dos teorías solo llevaron a los arqueólogos y a los especialistas en
egiptología a los comentarios humorísticos y a las más grandes carcajadas,
pero... sabido es que los arqueólogos lo que quieren es monopolizar para ellos
cualquier piedra descubierta, y no toleran lo que ellos llaman el
"intrusismo" de nadie que no sean ellos mismos.
Lo cierto es que en
1966 el catedrático de Física de la Universidad de California, Luis Álvarez,
era uno de tantos científicos interesados en averiguar si había o no cámaras
ocultas en el interior de las pirámides, o debajo de ellas, y así ideó un
sistema para llevar a cabo investigaciones en la Pirámide de Kefrén, una de las
más pequeñas ya que sólo contenía un pequeño pasadizo y una cámara mortuoria. Instalaron
en la cámara mortuoria aparatos para registrar las radiaciones que se producían
por todo el edificio pétreo, considerando que cualquier desviación de
radiaciones podía servir para probar si había o no huesos desconocidos dentro
de la pirámide.
Con el equipo
norteamericano también colaboró otro de la Ein Shams University de El Cairo, en
la que emplearon dos años de estudios registrando mediciones de radiaciones
cósmicas desde el interior de la pirámide, logrando dos millones de datos
durante todo este tiempo que, lejos de comprobar si había o no dentro de la
pirámide cámara secreta, lo que hizo fue aumentar más el enigma de la finalidad
de tan magnífico monumento.
Los resultados de los
registros llevados a cabo no aportaban nada claro, ya que en un mismo punto y
en un espacio de tiempo diferente las ondas recibidas diferenciaban unas de
otras, por lo que al final todos los datos no eran más que una mezcla de
símbolos imposibles de descifrar y no se le pudo encontrar ningún sentido; la
ciencia tuvo que declararse impotente, declarando el jefe de investigación del
equipo de la Ein Shams University de El Cairo que: Si la geometría de la
pirámide es un error, nos encontramos ante un misterio en el que la explicación
está más allá de lo que alcanzan nuestros conocimientos, por lo que no me cabe
nada más que verificar que dentro de la pirámide hay una fuerza que desafía
todas las leyes de la Ciencia.
Puede llamársele como
se quiera: ocultismo, maldición, brujería o magia. Razón puede que no le
faltara, ya que en la estructura geométrica de las pirámides no existe ningún
error. Lo único que ocurre es que en la pirámide actúa una fuerza desconocida y
"sobrenatural".
Aceptado por los
arqueólogos el fracaso de los hombres de ciencias, y tomando casi a broma las
declaraciones de "fuerzas misteriosas y sobrenaturales", siguieron
con sus métodos secretos de investigación. En el mundo occidental, los folletos
de turismo ya habían catalogado a las Pirámides de Gizeh como una de las siete
maravillas del mundo, dando origen a un incesante ir y venir de turistas a
Egipto a conocer dicha maravilla.
Pero ocurrió lo casual.
Así, entre los innumerables grupos de turistas hubo uno en el que uno de los
componentes era el científico francés Bovis, dentro de los pasillos de la
pirámide, caminando con el grupo hacia la cámara mortuoria que está situada en el
centro de la misma, a un tercio de la altura de ésta. Como todo el grupo, se
sintió agobiado por la excesiva humedad que había en el lugar y el espantoso
olor que reinaba en los pasillos procedente de ratas y otros pequeños animales
en descomposición perecidos en su interior, pero lejos de limitarse a
manifestar su sensación de incomodidad, todo lo que hacía era protegerse y
observar. Observar que dentro de la cámara el ambiente cambió por completo.
Allí, aunque persiste la humedad y también los cadáveres de animales pequeños,
el olor ya no está.
Acercándose a un
recipiente de desperdicios donde eran depositados, pudo comprobar que no sólo
no estaban descompuestos, sino que, todo lo contrario, se hallaban en perfecto
estado de momificación. Rápidamente a Bovis, que era radiestesista e
investigador, le sobrevino una asociación de ideas disponiéndose a usar su
péndulo.
En seguida se dio
cuenta de que se encontraba ante un fenómeno poco común, cayendo en la cuenta
de que allí las cosas funcionaban al revés. Como hombre de ciencias, Bovis
rechaza por sistema cualquier explicación místico esotérica, por lo que,
analizando los diversos aspectos del problema, se pregunta si aquella
peculiaridad no se debería a la forma de la pirámide y de la situación de la
cámara real.
Con sumo y exquisito
cuidado, anotó las medidas de las pirámides y las relaciones que guardaban
entre sí, y al siguiente día llevó a cabo una experiencia que germinaba en su
mente. Colocó en la cámara real unos trozos de carne fresca, comprobando con
sorpresa que al paso de los días la carne no se pudría. Descubrió así lo que ya
presentía: que los constructores de la pirámide adoptaron tal forma y
disposición como una precaución suplementaria logrando con ella la perfecta
momoficación de los faraones.
Ya en Francia, Bovis
—habiendo quedado patente para todo el mundo que los sacerdotes egipcios entre
la multitud de conocimientos que poseían sobre las propiedades de la materia y
las formas, y de las fuerzas capaces de modificar procesos naturales— constató
que también conocían la radiestesia.
Bovis siguió sus
investigaciones en su laboratorio, para lo que se construyó una pequeña
pirámide en escala en relación a la de Keops, de 75 cm de altura de madera que
orientó sobre el eje norte-sur de la Tierra. Repitió más de una vez los
experimentos obteniendo los mismos resultados.
Había logrado descubrir
que la configuración de la pirámide producía un efecto disecador preservándola
así de la corrupción. La noticia del sensacional descubrimiento voló como el
viento. Por fin, después de tantos años se desvelaba uno de los estigmas más
apasionantes de las pirámides. El saber que los egipcios construían así sus
sepulcros, porque conocían la fuerza sobrenatural capaz de invertir el curso
normal de los acontecimientos físicos.
En una serie de
conferencias sobre radiestesia, que Bovis estaba llevando a cabo en Niza, dio a
conocer en una de ellas sus experimentos de momificación a tamaño reducido a
una escala 1:500 y 1:100 de la pirámide de Keops, donde demostró la existencia
de radiaciones idénticas a la cámara real de la Gran Pirámide. Estas
conferencias fueron luego publicadas con el título: De la radiación de tous les
corps.
Ante esta novedad, como
siempre, aparecieron partidarios, y también detractores que querían restarle
importancia a las experiencias de Bovis para que no fuera más lejos de ser
simplemente una noticia. Pero no fue así, ya que las conferencias tuvieron gran
trascendencia dentro de los medios y aficionados a la radiestesia. Aunque la
ciencia no podía más que constatar la autoridad del fenómeno, no daba con
ningún camino para poderlo explicar.
Pero ya en Estados
Unidos, en 1929, en la Universidad de Cincinnati, Samuel Yannes Meintosh,
profesor de Física de dicha universidad, hablaba con sus alumnos sobre las
extraordinarias propiedades de las pirámides. Pocos años después, en 1935 John
Hall, de Chicago, se dedicó a experimentar también con la pirámide. Con dos
cables de cobre y un anillo también de cobre, consiguió demostrar que del
vértice de la pirámide salía una especie de carga eléctrica, lo que le llevó a
corroborar una rara experiencia que tuvo Sir Williams Siemens que,
encontrándose un día en lo más alto de la pirámide de Keops, se dispuso a beber
agua de una botella envuelta en un periódico humedecido, y sufrió rápidamente
una descarga de electricidad estática que se la hizo arrojar.
El ingeniero de
telecomunicaciones checoslovaco Karel Drbal, también nos hizo saber algo más de
las pirámides con sus experimentos. Su primera reacción cuando leyó en la
prensa sobre el descubrimiento de Bovis, fue de no creérselo disponiéndose a
llevar a cabo estos experimentos de la misma forma y al comprobar que no
sucedía nada, poder demostrar a todo el mundo que Bovis no era más que uno de
tantos cazadores de notoriedad, un charlatán, que sin ningún escrúpulo se
disponía a jugar con las buenas gentes dispuestas a creerles. Pero cuál no
sería su sorpresa, que llevando a cabo varios experimentos de momificación,
todos fueron satisfactorios, por lo que no tuvo más remedio que admitir que el
invento funcionaba.
Su curiosidad le llevó
más lejos, ya que después de esto y ante la curiosidad se dedicó a estudiar qué
relación posible podía darse entre la causa (forma de la pirámide) y el efecto
que se obtenía en su interior, efecto de energía que genera o bien enfoca las
pirámides. Desde sus primeros pasos con la pirámide y después de reconocer el
éxito de las experiencias de Bovis, Karel Drbal se interesó por los trabajos de
más radiestesistas tanto franceses como de otros países. Permaneció en París
siete años trabajando, estudiando y analizando las obras La Science Mysteriense
des Pharaons, del abate Moreux, y Andes des formes, de L.Turenne, en la que no
tiene por más que reconocer todo lo que le debe a los autores por lo mucho que
iba aprendiendo de ellas.
Karel Drbal concluía en
que lo más lógico fuera suponer que era la forma de la pirámide la que
determinaba el comportamiento en su interior, o sea, lo que sucedía en su
espacio interior, por lo que cabía pensar como hipótesis que usando algunas
formas apropiadas y configuraciones relativas a ellas, tarde o temprano se
podrían lograr los efectos deseados.
Cierto día, a Drbal le
vino la idea de colocar una hoja de afeitar usada en la pirámide, creyendo que
ésta también destruiría el filo de la hoja, como lo hacían, según una popular
creencia, los rayos de luz lunar. Pero su sorpresa fue mayor al comprobar que
la hoja se había regenerado, por lo que obtuvo un resultado opuesto al que
esperaba.
Finalmente, Drbal pensó
que eran dos los factores más importantes que entraban en juego para el
funcionamiento de su descubrimiento:
Una hoja de afeitar, una navaja, etcétera, poseen una estructura cristalina que
se pierde con el uso, pasando a ser desechable. Es ahí donde al introducirla en
la pirámide actúan estos dos factores:
1-Deshidratación rápida
eliminando la humedad de los espacios intercristalinos del filo del metal;
cuando se trata de material orgánico, es a través de esta deshidratación como
se llega a producir la momificación, ya que en el interior de la pirámide el
poder renovador funciona como lente de concentración de energía y la hacen
actuar en un punto correspondiente a la capilla mortuoria del original, con la
función de catalizar la reestructuración cristalina.
2-Una acción sobre la
estructura microscópica de la materia, con la que se elimina el efecto de la
fatiga del metal usado; en las materias orgánicas, esta acción destruye los
microorganismos que causan la putrefacción permitiendo así la conservación de
la materia que se somete a la momificación.
Con estos principios,
Drbal concluyó que toda materia viva, en la que se incluye al hombre, está
sometida a la influencia de una energía biocósmica, y la Pirámide sólo sirve
para enfocar dicha energía.