Es la leyenda de Juan
Machete, una de las más conocidas en los Llanos Colombo-venezolanos, ha sido
motivo de inspiración para canta-autores y cuentacasos llaneros. Es sabido que
éste personaje se llamó Juan Francisco Ortiz y tenía un fundo llamado La Odisea,
el remoquete de machete se ¡o acomodaron porque siempre llevaba al cinto, un
largo machete en una funda de cuero crudo.
Cuenta la leyenda que este
hombre hizo un pacto con el diablo, negociando el alma de su mujer y de sus
hijos y su propia alma a cambio de que lo convirtiera en el potentado máximo de
la región. Para ello cogió un sapo y una gallina negra, les cosió los ojos con
una aguja e hilo y los enterró vivos un jueves santo al filo de la media noche,
para desenterrarlos al año siguiente, el mismo día y a la misma hora; después
enrumbó por un camino hasta llegar a un lugar solitario donde no escuchaba un
ruido de voz humana, ni canto de un gallo, tiró los huesos al viento, y llamó
al rey de las tinieblas tres veces a todo grito esperando un intervalo de que
muriera un eco para lanzar el otro diciendo. -¡Satanás, quiero hacer un pacto
contigo! Lucifer, aquí te espero!, y por último, ¡Mandinga!, si no vienes a mi
llamado, mi petición es que vengan las riquezas a mi, que me rodeen como los
pastos pestañean a los esteros y lagunas.
Nada perturbó el silencio de
aquel Jueves Santo, nada pareció acontecer, sin embargo, para Juan Machete
llegó una racha de suerte increíble, sus tierras se volvieron fértiles, el
ganado ni que hablar, las vacas parían de a dos terneros y Juan creía que todo
era una racha de buena suerte. Más una noche cuando ésta se partía en dos, el
mugido de un padrote estremeció La pradera, Juan se levantó, metió la mirada en
la oscuridad pero nada extraño pudo ver, regresó a su cama y se tendió a dormir
hasta que el día rayó el horizonte, comenzó su rutina diaria, más cuando
ensillaba su caballo, reparó en los potreros la imponencia de un toro negro de
cascos y astas blancas. Largo rato duró contemplando a aquel hermoso animal,
luego pensó que era de algún hato vecino, se fue a su trabajo y cuando regresó
por la tarde, todas las reses estaban alborotadas como si trataran de huir del
padrote; mañana apenas amanezca voy a los hatos vecinos para avisar y que su
dueño venga a recogerlo. Con esta idea durmió plácidamente, con ella se levantó
y con ella se dio a galopar sabana visitando hatos y fundos aledaños,
describiendo el animal, pero nadie dijo ser el dueño de una res de aquellas
características.
Al anochecer regresó cansado
y preocupado, observó al toro quien se mantenía pastando reunido con las demás
reses, altanero y sombrío, con la majestuosidad de dueño y señor del
rebaño.
El cansancio venció a Juan y
se durmió de un solo tirón hasta las doce de la noche cuando fue arrancado de
su profundo sueño por el pitazo del negro padrote recién adueñado de aquellos
parajes, se levantó a averiguar, pero todo parecía normal, sin embargo no fue
así, su asombro no tuvo límites, sus tierras florecían en reses, miles y miles
de cabezas de ganado manchaban el verde limpio de las sabanas y corrales. Aquel
mugido largo y profundo del toro negro a las doce de la noche, fue el aviso del
diablo diciéndole que desde ese mismo instante era el ganadero más poderoso de
la región, así lo entendió Juan.
Desde ese momento nace la
leyenda de Juan Machete, de machete que porque el hombre siempre cargaba un
machete pegado a la cintura metido dentro de una funda de cuero crudo.
Como siempre, el tiempo
avanza sobre los hombres, las cosas y los misterios se hacen grandes. Por los
cuatro costados del Llano, a lo largo y ancho de éste se comentaban las
riquezas de Juan Machete, de la noche a la mañana. Un día que el hombre
recorría sus propiedades, de repente se le apareció un chivato, cosa rara por
que por aquellos lugares no habían animales de esta especie, pero lo más
asombroso, fue que el animal le habló. -¡Escucha esto Juan Machete: a tu
hacienda llegarán unos trabajadores, contrátalos, porque ellos te serán fieles
y tus riquezas se duplicarán, habrá rebaños hasta de cuatrocientas reses de un
mismo color y los caballos más hermosos, que con su galope estremecerán la
pradera y tus tierras serán las más productivas en la región.
El diablo, que no era otro
que aquel chivato, le dio las instrucciones diciéndole que llegarían unos 50
trabajadores a su hacienda en busca de trabajo, que los tomara todos a su
cargo, gente que le sería fiel, no habría hombre más rico que él, ni ganado más
hermoso que el suyo, ganado nunca visto, rebaños hasta con cuatrocientas
cabezas con un mismo pelaje y color, madrinas de caballos deslumbrantes que
estremecerían ¡a pradera con el remar de sus cascos; con la llegada de los
obreros, a quienes tendría que bautizar, llegaría un hombre arrogante de
estatura elevada, de mirar penetrante, empostado como un samán, a ese, lo
bautizaría con el nombre de Constantinoplo, ese hombre sería su capataz, su
fiel capataz y para bautizarlos debería rezar un credo al revés mientras fumase
un tabaco con la candela dentro de la boca.
Así lo hizo Juan Machete,
todo floreció como en los cuentos de hadas, no hubo hombre más poderoso que él,
también se volvió el terrateniente más tirano, abarcando tierras comprándole a
los demás, sacándolos de sus cercanías, fue así como fue quedando solo en esos
lugares, pues la gente procuraba irse lejos de allí, de los pocos que alguna
vez se arriesgaron a trabajar en su hacienda, algunos se fueron sin querer
recibir pago, el miedo y la tiranía de Juan Machete y su capataz, los hizo
huir.
Pasó el tiempo, avanzando a
pasos agigantados, trayendo presagios y tejiendo leyendas hasta que Juan
Machete, se vio solitario con sus grandes riquezas, las cuales comenzaron a
mermar, así como todo lo que crece como espuma, se va disolviendo; Juan Machete
empezó a sentir miedo, sabía que estaba cerca el día de pagar la deuda
contraída con el rey de las tinieblas, entonces mandó a bautizar los niños,
luego sembró cruces en todos los potreros, alrededor del hato, mandó a hacer un
hierro con una cruz y una J, para herrar el ganado. Pero nada de eso le valió,
los trabajadores empezaron a desaparecer igual que el ganado y los atajos de
caballos, las tierras se tornaron estériles y todo iba marcando una ruina
definitiva.
Exactamente como fue
desapareciendo la ganadería y los atajos de caballos, de la misma manera fueron
desapareciendo los trabajadores asignados por el diablo, solamente el
misterioso toro señoreaba por los potreros en ruina, Juan consiguió unos
vaqueros para que le ayudaran a herrar al toro con la cruz y la J, aquel toro
significaba su pacto con Satanás y quizás si lo marcaba con la cruz, se
rompería el pacto, pero el toro desapareció como si lo hubiese tragado la
tierra y todo ardió entre llamas que brotaron desde los cuatro costados de los
terrenos de Juan Machete, solo quedaron cenizas que el viento se fue llevando.
Cuentan los viejos, aquellos
viejos de palabras verdaderas, hombres enseñados a descifrar tos misterios, que
Juan Machete también desapareció misteriosamente, que se escucha llorar a una
mujer en medio de las sabanas que pertenecieron a este hombre y dicen que todo
el oro que poseyó Juan Machete, lo dejó enterrado. La consigna es que se debe
presentar desnudo al lugar donde se cree están los tesoros y esperar a que
aparezca el ánima de Juan Machete y le propine tres planazos en la espalda, si
queda con vida, puede ser el dueño de todas esas riquezas que reposan bajo la
tierra y los que se han arriesgado a llegar por allá con deseo de hacer
contacto con el ánima han huido despavoridos, porque han visto un hombre
vomitando candela al filo de la media noche, también otros que como valientes
han salido a la carrera con los lomos bien «planeados» sin poder ver quien les
a propinado semejante planera y siguen contando los viejos cuentacasos, que son
muchos los llaneros a quienes Juan Machete ha «planeado» en noches oscuras
mientras estos van rumbo a un parrando y yo, araucano de pura sepa me llamo
Ángel quintero, para servirle señora y si usted quiere, le cuento otras
leyendas mucho más temerarias que la del mismo Juan Machete.